Reinventarse o morir


Toda empresa necesita cambiar poco a poco, pero todos los días, para poder sobrevivir en su entorno. Los trabajadores, también. Y las universidades. Y cualquier servicio o producto. Y por supuesto, el diseño.

Cuando empecé a trabajar, los diseñadores éramos simplemente diseñadores: se nos pedía que hiciéramos un logo bonito, unos colores adecuados, una composición elegante… Con un poco de maña, también tenías la posibilidad de currarte tu propio sitio web desde cero, con ayuda de Geocities y un html con marquesinas, marcos y parpadeos.

Pero las cosas cambiaron

En el año 2000 se publicó en español un libro que hizo cambiar algunas cosas en la industria española. No todos los libros tienen esa capacidad, y eso hay que reconocerlo. A partir de 2002 ya podías escuchar a clientes que te decían: es que yo he leído un libro de Jakob Nielsen que dice que… Lo bueno de esa frase es que abrías los ojos y pensabas: «¡Genial, alguien que se preocupa por la usabilidad!» y lo malo es que pensabas «¿Cómo le digo que ese libro se escribió en 1998 y que las cosas ya han cambiado?«.

El reinado de la usabilidad fue largo, y tuvo un gran compañero de viaje en Internet Explorer. Al ‘no haber otros navegadores’ para los que diseñar, los diseñadores nos centramos en la versión 6, y dedicábamos a él todo nuestro tiempo. Tanto los usuarios como los diseñadores nos convertimos en especialistas en sacarle el máximo rendimiento. Pero, como dije en el primer párrafo, todo cambia. Cambiamos los usuarios, cambiamos los diseñadores, cambiaban nuestras exigencias… pero Internet Explorer no cambiaba. Todo lo que podíamos hacer era confiar en que las cosas monas se hicieran en Flash. Raro era el proyecto web que no tenía su magnífico intro en Flash. Y lo que en un principio era muy bonito, se volvió cansino, no porque la herramienta fuera mala en sí misma, sino porque se hizo un mal uso de ella; y las simpatías hacia Flash se tornaron en odio.

Pero las cosas volvieron a cambiar

Durante el reinado de la usabilidad, otras disciplinas convivieron de forma más o menos pacífica con ella: la accesibilidad, el SEO, las métricas, la arquitectura de información… Llegó un punto en que nos dimos cuenta de que todo estaba relacionado. Estábamos asistiendo al nacimiento de la Experiencia de Usuario como entidad.

Otras muchas cosas cambiaron. Los móviles empezaban a conectarse a internet (el wap era una broma, eso no contaba), Apple y Google se establecían como referentes, las tecnologías de lado cliente y de servidor ofrecían millones de capacidades, los usuarios se convirtieron en personas muy exigentes… y, lo más importante, las empresas comprendieron que la Experiencia de Usuario no era un gasto superfluo en diseño, sino como inversión con una rentabilidad cierta y un elemento diferenciador de la competencia.

El diseño de la Experiencia de Usuario contemplaba conocer múltiples disciplinas y poder aplicarlas en múltiples ámbitos. Divertido, pero agotador al mismo tiempo. No se puede ser un excelente analista de métricas, un excelente moderador de focus-groups, un excelente auditor de accesibilidad y un excelente diseñador de interfaz al mismo tiempo. Del mismo modo, no se puede ser un diseñador especializado en interfaces móviles y al mismo tiempo en aplicaciones de intranet. Ni siquiera, siendo un diseñador especializado en interfaces móviles, puedes abarcar todos los modelos de dispositivos, sistemas operativos y tamaños de pantalla. Simplemente, no da tiempo en la vida. Los diseñadores nos fuimos especializando en áreas, cada vez más específicas.

Y se empezó a hablar de Experiencia de Usuario como una entelequia, algo a lo que se debía llegar, que se tenía que tener en cuenta, que se debía ofrecer al cliente, pero era difícil de concretar. Al final se le terminaban ofreciendo al cliente servicios muy concretos -un test de usuarios, unos prototipos, un rediseño – pero no un servicio integral de Experiencia de usuario como tal.

Y las cosas cambiaron de nuevo

Recuerdo el laboratorio de Next-D hace casi 5 años. Ofrecían una nueva visión del Diseño dentro de la cadena de producción. Hablaban, sin nombrarlo directamente, del Service Design, del Design Thinking, de la co-creación, y de todas esas cosas que ahora están tan de moda. Un diseñador que no es diseñador, sino un facilitador de la creación. Los diseñadores hiper-especializados, que habíamos vuelto a estar casi al final de la cadena, nos situamos en la cabeza del producto. Ya no sólo debemos saber hacer un logo bonito, tenemos que tener las habilidades del MBA para liderar y la mentalidad del I+D+i para anticipar el futuro. Recuerdo mi posición conservadora y escéptica hace 5 años, pero ahora mi percepción ha cambiado y estoy de acuerdo con ellos en más cosas que antes.

Las cosas volverán cambiarán

El diseño se reinventará, una vez más. Beberá de lo anterior, pero lo planteará de un modo distinto. La profesión evolucionará desde la etapa anterior, en la que lideramos productos, a una posición en la que nos convirtamos en los Steve Jobs de nuestros productos: deberemos asegurarnos de que sean perfectos, que gusten a todos, que sean novedosos y que sean rentables. Deberemos ser exigentes con todo -empezando por nosotros mismos-, tener la capacidad de la última decisión y manejar el presupuesto. Deberemos estar rodeados de un equipo excelente y tener una formación multidisciplinar. Y por supuesto, tendremos que conseguir un logo bonito, unos colores adecuados y una composición elegante.

Como cuando diseñábamos hace 15 años, pero diferente.


5 respuestas a “Reinventarse o morir”

  1. Es un post estupendo Olga. Me parece interesantísimo y, aunque parezca una frase cursi, «muy bonito».

  2. Información Bitacoras.com…

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